"Como baja la lluvia y la nieve de lo alto del cielo, y no vuelven allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer, así la palabra que sale de mi boca no vuelve a mi vacía, sino que hace lo que yo quiero y cumple su misión." (Is. 55,10)
Si el misterio de la Santísima Trinidad ha sido revelado propiamente por Jesucristo, la pluralidad de personas se encuentra en el Antiguo Testamento de un modo velado. Dios, como Padre que instruye a sus hijos los hombres va revelando poco a poco conforme a su designio salvador:
"Escúchame, hijo, y aprende mi enseñanza y aplica tu corazón a mis palabras. Te revelaré mi instrucción con medida, y con exactitud te anunciaré mi doctrina" (Eclo. 16,24)
La Revelación alcanza su plenitud en Jesucristo, quien nos habla de su vida íntima, intratrinitaria, en el Nuevo Testamento, y esa Revelación del Nuevo Testamento nos permite entender mejor lo que estaba revelado desde el principio en el Antiguo Testamento:
"No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; no he venido a abolirla, sino a perfeccionarla." (Mt 5,17)
En la mayor parte del Antiguo Testamento, la palabra "Dios" se asocia con su poder Creador y su poder sobre la Creación. Dios va revelando a lo largo del AT su poder, su fuerza, su trascendencia, infinitud, inmensidad, etc de diversos modos conforme a su designio salvador. Podemos decir que el NT añade poco en lo que se refiere a la persona de Dios Padre en Sí misma, aunque obviamente- añade mucho en cuanto a su relación con las otras Personas divinas y con el hombre. Dios se asocia por tanto con la persona del Padre, que dirige a su pueblo de Israel hacia la salvación prometida:
"Como se apiada un padre de sus hijos, se apiada Yavé de los que le temen" (Ps 103,13).
"Tú dirás al Faraón: Así habla Yavé: Israel es mi hijo, mi primogénito" (Ex. 4,22).
"Escúchame a mi, vuestro padre, hijos, y obrad de modo que seais salvos" (Eclo. 3,1)
"Contempla la obra de Dios: ¿quién podrá enderezar lo que él torció?. En el día de la prosperidad goza de felicidad; en el día de la desventura reflexiona. Tanto lo uno como lo otro lo ha hecho Dios para que el hombre no descubra nada del futuro." (Ecl. 7,13)
"No desprecies hijo mío la corrección de Yavé y no te enojes por su amonestación, porque Yavé reprende al que ama, como un padre al hijo querido. Bienaventurado el hombre que ha encontrado la sabiduría, el hombre que ha adquirido la inteligencia, porque adquirirla vale más que adquirir plata, y poseerla más que poseer oro." (Prov. 3,11)
Aun cuando la referencia explícita a Dios como "Padre" no aparezca, se suele atribuir a la persona del Padre la Creación y la omnipotencia divina, que más tarde enviará al Hijo ("Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo" Gal. 4,4):
La Revelación sobre Dios Padre como Persona de la Santísima Trinidad en el Nuevo Testamento aporta la novedad de que, al ser el Padre revelado por el Hijo, introduce ya de modo claro la pluralidad de personas:
"Porque como el Padre resucita a los muertos y les da la vida..." (Jn. 5,21)
"El Padre, que permanece en mi es el que realiza las obras que yo hago." (Jn. 14,10)
"El Padre, del cual proceden todas las cosas..." (1 Cor. 8,6)
"Lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá." (Jn. 15,10)
"Jesús ha revelado que Dios es Padre en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto Creador, es eternamente el Padre en relación a su Hijo Unico, que recíprocamente sólo es Hijo en relación a su Padre: Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar (Mt. 11,27)." Catecismo de la Iglesia Católica, 240
Dios Hijo, a su vez se Revela a Sí mismo en unidad con aquél que le envía, de quien procede:
"Yo y el Padre somos uno." (Jn. 10,30)
"Yo salí y vengo de Dios y no he venido de mi mismo, sino que me ha enviado El." (Jn. 8,42)
Por estos pasajes de la Sagrada Escritura vemos que Dios Hijo es también eterno, al igual que el Padre. Además, también se observa la divinidad del Hijo, y su consustancialidad con el Padre. El Hijo se distingue del Padre porque es engendrado. El Prólogo del Cuarto Evangelio es muy clarificador:
"En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios... ...Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad."
¿Qué hay en el AT respecto a la persona del Hijo?. Quizás los textos no serían suficientemente claros sin la ayuda de la Revelación nuevotestamentaria pero lo cierto es que aparece un cierto carácter personal en "la palabra de Yavé", y "el ángel de Yavé".
El "ángel de Yavé" es -generalmente- interpretado como referido al Logos. El Logos pudo aparecer a los hombres, mientras que el Padre permaneció en total invisibilidad:
"Moisés dijo: Concédeme ver tu gloria. Y Yavé: Yo haré pasar delante de ti toda mi belleza y pronunciaré ante ti el nombre de Yavé, pues haré gracia a quien yo quiera y mostraré misericordia para con quien yo quiera tenerla. Y añadió: Pero mi faz no puedes verla. No puede hombre alguno verme y vivir." (Ex. 33,18)
"El ángel de Yavé subió de Gálgala a Betel y dijo: Yo os hice subir de Egipto y os introduje en la tierra que había prometido con juramento a vuestros padres diciendo: No romperé jamás mi alianza con vosotros. Por vuestra parte no estableceréis alianza con los habitantes de este país, sino que destruiréis sus altares." (Jue. 2,1)
"Yo enviaré mi ángel delante de ti para que te guíe por el camino y te introduzca en la tierra por mi preparada." (Ex. 23,20)
La "palabra de Dios", algunas veces también la "sabiduría de Dios", aparece como tal en varias ocasiones y significa tanto la acción de Dios como el fundamento o el mediador de su acción:
"Ahora hablaré de las obras del Señor y pregonaré lo que he visto. Por la palabra del Señor fueron hechas todas las cosas, y la creación entera obedece su voluntad." (Ecl. 42,15)
"Mas a Yavé clamaron su angustia y del peligro El los libró. Su palabra envió para sanarlos, de la fosa sus vidas arrancó." (Ps. 107,20)
"Por la palabra de Yavé los cielos fueron hechos, por el soplo de su boca toda su armada." (Ps. 33,6)
El siguiente texto tiene también una cierta similitud con la venida del Espíritu Santo sobre los hombres, además del significado ya mencionado de la Sabiduría -que nos recuerda la segunda persona de la Santísima Trinidad-, la cual procede de Dios Padre:
"La Sabiduría es más movible que todo movimiento, se difunde y penetra en todo por su pureza. Porque es un hábito del poder de Dios y una efusión pura de la gloria del Todopoderoso, por eso nada manchado penetra en ella. Es el resplandor de la luz eterna y espejo inmaculado de la actividad de Dios y una imagen de su bondad. Y aunque es una, lo puede todo, y sin salir de sí todo lo renueva y en todas las edades, derramándose en almas santas, hace de ellas amigos de Dios y profetas." (Sap. 7,25)
Además de las mencionadas reminiscencias de la Santísima Trinidad en el texto precedente, también merece la pena compararlo con el siguiente texto de S. Pablo:
"Este, que es el resplandor de su gloria y la impronta de su sustancia, sostiene todas las cosas con su palabra poderosa y, una vez que realizó la purificación de los pecados, se sentó a la derecha de la Majestad en lo más alto del cielo" (Heb. 1,4)
La Revelación en el NT nos dice más cosas acerca de la segunda persona de la Santísima Trinidad:
* Jesús es el Hijo del hombre: se trata de una verdad Revelada en el AT cuya significación queda clarificada a la luz del Nuevo Testamento:
"En las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, se dirigió hacia el anciano y fue conducido a su presencia. Se le dio poder, gloria, e imperio; y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder era un poder eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás." (Dan. 7,13)
"¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?: Jesús respondió: Yo soy, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y venir sobre las nubes del cielo." (Mc. 14,61)
* Divinidad de Jesucristo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad:
"... de quien desciende Cristo según la carne, el cual es Dios bendito sobre todas las cosas por siempre jamás." (Rom. 9,5)
"Sabemos también que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para conocer al Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo." (1 Jn. 5,20)
* En el NT se Revela la comunión de los hombres con Dios por la gracia, a través del Hijo:
Dios Revela el sentido más profundo de la filiación divina, incoada en el AT ("Ellos no saben ni comprenden, caminan en tinieblas, todos los cimientos de la tierra vacilan. Yo dije: Dios sois todos vosotros, hijos del Altísimo." Ps. 82,5):
"Jesús les contestó: ¿No está escrito en vuestra Ley: Yo dije: sois dioses?. Si llamó dioses a aquellos a quienes se dirigió la palabra de Dios, y la Escritura no puede fallar, ¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, decís vosotros que blasfema porque dije que soy Hijo de Dios?." (Jn. 10,34)
"En aquel día conoceréis que yo estoy en el Padre, y vosotros en mi, y yo en vosotros." (Jn. 14,20)
"Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por El." (Jn. 3,17)
"Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así aquel que me conoce vivirá por mi." (Jn. 6,57)
"Padre Santo, guarda en tu nombre los que me has dado, para que sean, como nosotros, una sola cosa." (Jn. 17,11)
"El que permanece en mi y yo en él da mucho fruto, pero sin mi nada podéis hacer." (Jn. 15,5)
"Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús." (Phil. 2,5)
* El hombre es hijo, pero hijo adoptivo de Dios. La paternidad se predica de modo distinto -más pleno- en Jesucristo que en los hombres:
"Jesús le dijo: Suéltame, que aún no he subido a mi Padre; pero vete a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios."(Jn. 20,17)
* El Hijo enviará el Espíritu Santo:
"Cuando venga el Consolador, que yo os enviaré del Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él testificará por mi. Y vosotros también testificaréis, porque estáis conmigo desde el principio." (Jn. 15,26)
El texto precedente es una manifestación clara de la Trinidad, que además incluye explícitamente ese aspecto que queremos recalcar como una de las conclusiones de esta pequeña exposición sobre la Trinidad, a saber, la inclusión de los hombres en la vida intratrinitaria por la gracia de Dios. Así se da plenitud al ya conocido texto veterotestamentario, "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gen. 1,26), donde esa imagen y semejanza llega hasta el punto de poder ser partícipes de la vida divina, la vida de la gracia. También es de notar en el texto de Juan, la elección que Dios hace "desde el principio", significando un querer de Dios, que ha amado al hombre desde la eternidad.
Nos encontramos ya, pues, inmersos en la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo, tal y como ha sido Revelada por el Hijo. Los textos son muy numerosos, pero empecemos por el principio: también en el Antiguo Testamento aparecen manifestaciones del "espíritu de Dios", que alumbran hacia la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Se trata del espíritu que obra en el universo, en la historia, y en la naturaleza:
"Dios, creador del mundo, que formó el género humano y ha creado cuanto existe, él os dará de nuevo el espíritu y la vida por su misericordia." (I Mac. 7,23)
"Entonces el espíritu de Yavé se apoderó de Gedeón, tocó la trompeta, y Abiezer le siguió." (Jue. 6,34)
"Porque el Espíritu Santo, que nos forma, huye de la doblez y se aleja de los pensamientos insensatos y se siente ultrajado si ocurre una injusticia." (Sab. 1,5)
"Un brote saldrá del tronco de Jesé, un vástago surgirá de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu de Yavé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fuerza, espíritu de conocimiento y temor de Yavé." (Is. 11,1)
"Y después de esto yo derramaré mi espíritu en toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños y vuestros jóvenes visiones. Y hasta en los siervos y en las siervas derramaré mi espíritu aquellos días." (Joel 3,1)
El texto precedente es quizás el que tiene un carácter más profético y sólo alcanza su significado pleno a la luz de la Revelación del Nuevo Testamento. Los otros textos hablan del "espíritu de Dios" como alguien que actúa y que procede de Dios. Sin embargo el texto de Joel aporta una luz muy profunda al revelar que ese espíritu será derramado "en toda carne" produciendo en los hombres los frutos del Espíritu Santo mencionados en el texto de Isaías, que en ese caso se aplican solamente a Jesucristo. Encontramos por lo tanto, ya en el AT, alguna manifestación del Espíritu Santo, así como de su efusión en los hombres: una vez más Dios ha Revelado desde el principio una parte muy importante de la historia de la Salvación por la cual el hombre es elevado a la vida divina.
Pasamos ahora a ver la Revelación más plena, contenida en el Nuevo Testamento, referida a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo:"Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin. María dijo al ángel: ¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?. Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo, será llamado Hijo de Dios." (Lc. 1,30)
El texto precedente narra la vocación de María, la primera efusión del Espíritu Santo en una criatura humana, y la entrada de la persona del Hijo en la historia de los hombres, a quien Dios Padre dará un Reino sin fin. En el texto aparecen, por tanto, las tres Personas divinas. Veamos ahora otros textos:
"¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?. Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios, que sois vosotros, es santo." (1 Cor. 3,16)
"... más yo os digo la verdad: os conviene que me vaya, pues si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros. En cambio, si yo me voy os lo enviaré." (Jn. 16,5)
"El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado s los apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (Jn. 14,26;15,26;16,14). El envío de la persona del Espíritu Santo tras la glorificación de Jesús (Jn. 7,39), revela la plenitud del misterio de la Santísima Trinidad." Catecismo de la Iglesia Católica, 244
"Os he hablado de todo esto estando con vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho." (Jn. 14,25)
"A nosotros en cambio, Dios nos lo reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, incluso las profundidades de Dios. Pues, ¿qué hombre sabe lo que hay en el hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?. Así también, lo que hay en Dios nadie lo ha conocido sino el Espíritu de Dios." (1 Cor. 2,10)
En los textos precedentes aparece la omnisciencia del Espíritu Santo, que se asocia con su divinidad; la consustancialidad con el Padre, y su procesión u origen divino, desde el Padre y el Hijo.
"Y, puesto que sois hijos, envió Dios a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá Padre!." (Gal. 4,6)
El texto de Pablo nos sitúa de nuevo ante el misterio de la comunión del hombre con Dios por medio del Espíritu Santo, que llega al punto de hacernos capaces de pronunciar en primera persona la frase con que más intimidad trató Jesucristo a Dios Padre: ¡Abbá Padre!.
También la Sagrada Escritura nos proporciona algunos textos en los que pueden identificarse las tres Personas de la Santísima Trinidad. Es decir, junto a las numerosas citas en las que aparecen una o dos de las Personas divinas hablando de Sí mismas y de su relación, también hay textos que, conteniendo las tres Personas, nos dan una idea clara de la doctrina sobre la unidad de las tres Personas en un solo Dios verdadero:
"Id pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo." (Mt. 28,19)
"El Espíritu del Señor está sobre mi, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado para anunciar la redención a los cautivos, y devolver la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, y para promulgar el año de gracia del Señor. Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro, y se sentó. Todos en la sinagoga tenían fijos en él los ojos. Y comenzó a decirles: hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oir." (Lc. 4,18)
Una vez más, la Trinidad se manifiesta amorosamente hacia los hombres haciéndoles partícipes de la vida divina:
"Las relaciones que distinguen así al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo y que les dirigen realmente Uno al Otro en su mismo ser, tienen en sí mismas todas las riquezas de la luz y de la vida de la naturaleza divina con la cual se identifican totalmente. Son relaciones subsistentes, que en virtud de su impulso vital salen al encuentro una de la otra en una comunión, en la cual la totalidad de la Persona es apertura a la otra, paradigma supremo de la sinceridad y libertad espiritual a la que deban tender las relaciones interpersonales humanas, siempre muy lejanas de este modelo trascendente." (Juan Pablo II, Aud. General 4-XII-1985)
Queda también así patente, si le damos la vuelta al argumento, es decir partiendo desde los hombres hacia la comunidad con la Trinidad, que es también el hombre quien, a través de la filiación divina y por medio de la gracia del Espíritu Santo, puede tratar íntimamente a la Trinidad y ver y vivir así de un modo más verdadero la presencia de Dios en todas las cosas:
"¿Dónde iré yo lejos de tu espíritu, donde de tu rostro podré huir?. Si hasta los cielos subo allí estás tú; si en el seol me acuesto, allí te encuentras. Si tomo las alas de la aurora, si me pongo en lo último del mar, también allí tu mano me conduce, tu diestra me aprehende." (Ps. 139,7)